La muerte es un tema que mucho de nosotros no deseamos siquiera imaginar, pero que todos estamos a merced de que ocurra en cualquier momento; pues tanto nosotros, como nuestros familiares, amigos y demás relacionados estamos VIVOS.
Sin embargo cuando tiene lugar, cuando alguien que queremos muere, puede que esa pérdida, esa eterna falta, nos consuma del dolor, nos genere un trauma del cual, ni nos interese salir.
Una profunda tristeza se aloja en nuestra alma, nuestro corazón y nuestra mente, aún cuando estemos vivos por funcionalidad, realmente una gran parte de nosotros se encuentra en estado de coma y el resto está muerto.
Muchas veces nos olvidamos que somos una parte muy importante de un engranaje universal, social, familiar y corporal. Permitimos que el dolor se instale en nuestros corazones por días, semanas, meses y hasta años.
Al igual que los adultos, nuestros jóvenes no están preparados para fracasar, sufrir pérdidas, para dejar expresar o detectar sus emociones, percibir el mundo con curiosidad, saber apreciar los detalles cotidianos y mucho menos agradecer sus vidas.
Con la muerte de un ser querido, sólo tenemos 2 opciones derrumbarnos o en honor a todo lo que representamos para ese ser, reconstruirnos . Aunque les parezca increíble , la mejor vía para iniciar nuestra reconstrucción es ingresar emociones, pensamientos y sueños que puedan insertarse en el bloque de nuestra depresión.
Para terminar quiero comentarles que este escrito lo he redactado con conocimiento de causa, con el camino de búsqueda recorrido que ha quedado como un tesoro, como la mejor herencia que hace honor a la muerte de mi madre cuando yo tenía 17 años. ¡Adelante!
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